EL ORFISMO Y SUS DERIVACIONES

COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS ÓRFICAS

 Son relatos atribuidos a los órficos, que son los seguidores de un conjunto de creencias que combinan:
  • El culto a Apolo, en tanto que divinidad purificadora (katarsios) y padre de Orfeo.
  • Creencias tracias sobre la reencarnación, según las cuales el alma puede sobrevivir al cuerpo si se mantiene pura.
  • Mitología que toma a Dionisos como figura central, y a Orfeo, hijo de Apolo, divinidad tracia (norte de Grecia) caracterizada por su pureza sexual, poderes musicales y capacidad profética.
Estas ideas parecen ya asentadas en libros sagrados del siglo VI a. C. (Guthrie), aunque otros autores consideran que, hasta el siglo III a. C., la denominación órfico se aplicaba a cualquier tipo de ritual (Linforth). El origen preciso del movimiento órfico, pues, se desconoce, aunque hay menciones a escritos de Orfeo, Museo (su discípulo) y Epiménides en textos del siglo VI; observaciones de Herodoto indican una procedencia egipcia que los relaciona con los misterios de Osiris, aunque también guardan relación con cultos y rituales anatolios (Media y Asiria), y da cuenta de la relación entre orfismo y pitagorismo; Platón y Aristóteles también hablan de variaciones órficas. A pesar de estas referencias, el corpus de literatura específicamente órfica no puede remitirse más atrás de la época helenística, y en su mayor parte al período romano.
En conclusión, no existió un cuerpo de creencias específicamente órficas durante el período arcaico griego, aunque sí se considera a Orfeo como el santo patrón de ciertos rituales de vida. Es más, a teoría de la reecarnación ya tiene seguidores en el occidente griego en el siglo VI a. C. Es la parte literaria de estos ritos lo que no se asienta hasta mucho más tarde.
Aunque también vinculado a Eleusis, el movimiento órfico se desplazó hacia la Magna Grecia, y allí dio lugar a diversas comunidades. Hacia el siglo VI a. C., se había establecido en Crotona, difundiéndose por la zona gracias a la ausencia de santuarios previos y a la abundancia de su literatura teológica. Originó comunidades muy cerradas que trascendían los vínculos sociales previos, que desarrollaron costumbres propias que les separaba del resto de la sociedad, aunque estas diferentes comunidades órficas no estaban relacionadas entre ellas. Con todo, su presencia contribuyó al cambio de algunas concepciones sociales arcaicas, ayudando a superar el espíritu de la tribu o de la unión filial (clanes), dado que estas comunidades se organizaban más allá de los límites de parentesco: sostienen la creencia en la fraternidad universal. Con ellos, la voz philia dejó de significar relación de parentesco para significar amor, philos. Contribuyó también al futuro desarrollo del individualismo, disolviendo el sentido de ligazón con toda la comunidad o tribu: la responsabilidad de una acción ya no se atribuye a la familia, sino sólo al autor material, tanto en el sentido jurídico-penal (la ley del talión, adoptada por los pitagóricos) como en el estrictamente religioso.


El orfismo es una cosmogonía, es decir, una explicación mitológica del orden universal. El origen está en una unidad primordial e indiferenciada, la Noche, en cuyo seno se originó el huevo del mundo por la acción de Cronos, que lo divide en dos mitades, Cielo y Tierra, padre y madre respectivamente; entre ellos aparece un espíritu alado de luz y vida (Eros, Metis, Ericapeo), cuya función es la de generar vida mediante la proyección de su propio germen (spermata), o bien uniendo Cielo y Tierra, antes separados. De tal siembra o unión aparecen las parejas de dioses supremos: Océano y Tetis (padres de los Titanes, según el orfismo; en otras teogonías, Océano es uno de los Titanes), Crono y Rea, Zeus y Hera. A partir de aquí se sucede el drama: el dios supremo trata de aniquilar sus vástagos pero es finamente destruido por ellos.
También la Noche tiene un papel destacado en las cosmogonías órficas (similares a las de Museo y Epiménides, todas post-hesiódicas), en combinación con otras fuerzas, como el Aire o el Tártaro. Son textos que señalan que había narraciones poéticas que atribuían a la Noche el origen del mundo, asociada con elementos sugerentes de la idea de oscuridad, incorporando ideas más primitivas, anteriores a Hesíodo.


El orfismo es también una antropogonía, una explicación del origen del ser humano que se desarrolla a través del mito de Zagreo, donde se sugiere una visión moral del hombre, compuesto de dos naturalezas, la buena y la mala. En una versión de este mito, el niño cornudo Zagreo, nacido de Zeus y Perséfone-Koré, es atacado por los Titanes, despedazado y hervidos sus miembros en una caldera, antes de ser devorados. Después, Zeus aniquila a los Titanes, con cuyo corazón fabrica una pócima que hace beber a Deméter (diosa de la tierra), cosa que permite renacer a Zagreo, bajo la forma de Dionisos. El resto de los miembros de los Titanes fue enterrado, y de sus restos mezclados con la tierra nacieron los hombres. Como los Titanes habían comido carne divina, al surgir de ellos los hombres conservaron esa parte de esencia divina, pero encarcelada en un cuerpo de naturaleza malvada. La vida humana, así, se convierte en una sucesión de luchas entre ambas naturalezas opuestas, bajo la perspectiva de que el cuerpo y el mundo de los sentidos es el elemento negativo. La vida en la tierra es entonces un paso entre sucesivas reencarnaciones, y el ciclo del nacimiento y la muerte constituye una penosa y cansada rueda que, gracias a que el hombre posee un vínculo con lo divino, puede superarse mediante ceremonias ascéticas, pero también condenarse el alma que no siga ese camino, a continuar encadenada a la vida material.
Esta antropogonía está de alguna manera conectada con la narración hesiódica (Trabajos 109 y ss), en la que se explica las diferentes fases en la creación de los hombres por parte de los dioses, fases que se suceden bajo la forma de degradación desde un estado de pureza inicial, en este orden:
  • Raza de oro: son hijos de Cronos, el último de los Titanes. Vivían como dioses, raza exclusivamente masculina, a cubierto de los dolores y las miserias humanas, sin trabajar, en danza y fiesta constantes, y sin enfermar ni envejecer, aunque morían como cayendo en un sueño. Desaparecieron con la caída de Cronos (Eliade, Historia de las creencias..., vol. 1, cap X).
  • Raza de plata: menos noble, son pecadores, no quieren hacer sacrificios a los dioses y Zeus los aniquila.
  • Raza de bronce: violentos y belicosos, se exterminan entre sí.
  • Raza de los héroes: son mortales, pero acaban residiendo en las Islas de los Bienaventurados, gobernadas por Cronos.
  • Raza de hierro: Hesíodo no la describe, pero se lamenta de haber nacido precisamente en esa época (Eliade, Historia de las creencias..., vol. 1, cap. X).
Esta sucesión tiene cierto paralelismo con el mito antropogónico narrado en el Popol Vuh, la cosmogonía maya, donde hay 4 creaciones de hombres, tres de las cuales fallidas: en la primera aún tienen rasgos animales, en la segunda son de barro, en la tercera de madera-monos, y en la cuarta y última de maíz, que son los auténticos y vinculados fraternalmente con los monos anteriores.

En la sucesión hesiódica hay que destacar varios elementos importantes:
  • La idea de un paraíso inicial, desde el cual la perfección inicial se degrada por accidente o por pecado. Es una idea muy difundida en otras culturas arcaicas: los cuatro yugas de la India; los metales de los sueños de Nabucodonosor; textos iranios tardíos (Eliade, Historia de las creencias..., vol. 1, cap X).
  • La referencia a los metales será adoptada por Platón para hablar de las diferentes castas, en relación con su concepción tripartita del alma; la edad de oro también se menciona en la cosmoogía del Timeo (sucesión de las edades, concepción cíclica del Gran Año, el mito de los hiperbóreos, etc.).
  • La raza de los héroes abre la vía de una escatología órfica, en relación con la idea de pureza como medio de superar la muerte. Los héroes van a parar a un lugar donde consiguen una existencia semejante a la inmortalidad de los dioses, es decir, se salvan de la muerte. En el orfismo, esta vía se hace posible también a los humanos, la salvación es posible en las almas piadosas (puras) y en los iniciados en los misterios (purificación) (Eliade, Historia de las creencias..., vol. 1, cap X). Esta idea fue adoptada por Platón, el neoplatonismo, y el cristianismo, pero no hay que olvidar su presencia original en la religión egipcia, de la que bebe el orfismo, e incluso está presente en la India.
  • A partir el mito de las razas se desarrolla la idea griega de la relación (distante, difícil) entre dioses y humanos, ejemplificada en el mito de Prometeo (Eliade, Historia de las creencias..., vol. 1, cap X). Prometeo engaña a los dioses para beneficiar a los primeros humanos (¿aún la raza de oro?), engaño que supone el enfado de Zeus y de nuevo la intervención reparadora de Prometeo (devolución del fuego a los humanos, que Zeus había arrebatado). Finalmente, Prometeo es castigado: encadenado, un águila devora cada noche su hígado, que se rehace cada noche, y así hasta que Heracles lo libera. También son castigados los humanos, entonces aún exclusivamente masculinos: Zeus les envía a la mujer bajo la forma de Pandora, “trampa profunda y sin medida destinada a los humanos” (Eliade, Historia de las creencias..., vol. 1, cap X, citando a Hesíodo, Teog. 592 ss). Sobre el mito de Prometeo hay diversas lecturas:
    • Hesíodo: Prometeo supone la irrupción del mal entre los humanos, es el causante de la degeneración de la raza humana, porque por su culpa acabó en peores condiciones.
    • Esquilo: lo considera un signo del progreso humano. Prometeo es un héroe civilizador que enseñó a los humanos el uso del fuego y las artes. Esta última interpretación caló en a cultura ateniense, ya en el siglo V. Esquilo recoge, a través de Píndaro, el setir popular de reconciliación entre Zeus, Prometeo y los humanos, aunque siempre guardando las distancias entre los humanos (mortales efímeros) y os dioses (inmortales) (Eliade, Historia de las creencias..., vol. 1, cap X).
    • El sacrificio como transacción entre dioses y humanos.
    • Orfismo y pitagorismo: negaron valor al intercambio de carne animal como sacrificio, pues desvirtúa la relación entre ambos. Por eso consideran virtuoso el régimen vegetariano, propio de los hombres de oro.
    • Aparece el tema de la justicia divina y el destino humano.


FUENTES: Mircea Eliade, op. cit., y Kirk & Raven, Los filósofos presocráticos.



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