IDEALISMO SUBJETIVISTA

El problema de la relación entre alma y materia va a sufrir una vuelta de tuerca con la propuesta de Berkeley (1685-1753), un filósofo empirista inglés que retoma el asunto a casi un siglo de distancia de Descartes. Como empirista, se manifiesta disidente respecto de Locke y Newton, pero en realidad no hace sino llevar al extremo lógico el punto de partida del empirismo: podemos confiar en nuestras percepciones, pero no sabemos qué hay más allá de ellas.

Por eso su teoría de la realidad se llama idealismo subjetivista: las percepciones son ideas en una mente, y no podemos conocer nada más allá de esas ideas de un sujeto pensante, sólo podemos estar seguros de la existencia de nuestras ideas. Digamos que hasta aquí llegó Descartes cuando formuló el cogito desde la duda metódica. Descartes fue más allá con la ayuda de la idea de Dios. Berkeley también irá más allá, pero por otro camino. Es empirista, no confía en las ideas innatas cartesianas. Pero es un empirista disidente, si los datos de los sentidos son subjetivos, lo son en todos los sentidos, es decir, no sólo en cuanto a las cualidades sensoriales, sino también en cuanto a las primarias (forma, extensión, etc.). No hay esencias debajo de las cualidades sensibles, no hay nada que podamos llamar substancia y considerarla la base de la materia (como extensión).

Berkeley explica el mundo sin materia. Si todo son ideas, eliminamos el componente opuesto del problema cartesiano, y ya no hay problema. No hay un mundo externo de substancias que debamos conectar.
  • Sigue un procedimiento racional, hace una propuesta razonable, una argumentación que muestra la posibilidad de que el mundo material sea una representación subjetiva, nuestra fantasía personal e intransferible.
  • Naturalmente, también se deja llevar por prejuicios religiosos. Berkeley es obispo. Cree que el materialismo derivado del dualismo cartesiano y sostenido por Locke favorece al ateísmo.
  • Pero no es cartesiano: para él, las ideas de nuestra mente sólo son adventicias o facticias. Son fruto de la asociación de ideas y de la regularidad observable. Creemos que responden a un mundo exterior objetivo, pero no podemos saberlo. De hecho, es imposible saber si compartimos las mismas ideas.
  • Las ideas son concretas, o hay ideas abstractas. Cuando pienso en una manzana, imagino una manzana concreta, no una forma ideal de manzana.
  • Todo, esto es, el mundo, la totalidad de las cosas, es contenido mental mío. No hay prueba alguna de la existencia de un mundo externo a mí. Como diría Leibniz, yo soy una mónada que percibe, pero no puedo aventurar que haya más mónadas como yo ahí fuera.
  • ¿En qué consiste la existencia? Las cosas existen en tanto que son percibidas por un sujeto (que su vez existe como mente pensante). Las cosas existen en las mentes de los que perciben. Esse est percipi, dice Berkeley, ser es ser percibido. Naturalmente, se existe en tanto que contenido de una percepción, contenido mental, idea, que pertenece a un sujeto. Eso es el idealismo subjetivista.
  • Para Berkeley, el mundo se nos aparece ordenado porque hay un Dios ordenador que percibe a todos los seres. Por eso mi gato, cuando yo dejo de percibirlo (es decir, deja de existir) sigue con  su vida, porque Dios sigue percibiéndole.
  • Finalmente, la regularidad del mundo es la prueba de que Dios existe.



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