COSMOLOGÍA POPULAR HOMÉRICA

 A grandes rasgos, concibe el Cielo como una semiesfera sólida, similar a un cuenco, y bajo el mismo la Tierra plana; entre Tierra y Cielo hay dos estratos o capas, éter (aither; brillante o ígneo, se le llama también ouranos) y neblina (aer), de arriba a abajo. La superficie de la Tierra, que se extiende ampliamente hacia abajo, ahínca sus raíces en el Tártaro (Kirk & Raven, pág. 24). Respecto del Tártaro (que puede asociarse a una forma de Infierno, se pueden mezclar ideas de origen no necesariamente homérico (Kirk & Raven, pags. 24-25, frags. 1, 2 y 3). En general se le atribuye profundidad, al situarse bajo el Hades, manteniendo una simetría en relación con los estratos del Cielo: Hades, Erebo y Tártaro en el fondo. No obstante, hay visiones más simplificadas, como a que transmite Jenófanes, donde el Tártaro es una mera prolongación indefinida de la Tierra (Kirk & Raven, pág. 25, frag. 3).
En esta concepción destacan la posición del Océano y la Noche; ésta se encuentra desparramada a uno y otro lado del Tártaro, mientras que el mar estéril se halla a la altura de la Tierra, como un río que fluye en torno al borde del disco terrestre. El Océano se entiende en la cultura popular como un río que circunda la Tierra y es fuente de todas las aguas, vinculado también a la idea de movimiento cósmico. En la versión más homérica, el Océano es un vasto más exterior (Kirk & Raven, pags. 26-27). El origen de esta idea del Océano es más complejo que en el caso del Cielo y la Tierra, sujetos conceptualmente a su apariencia visual. Se debe tener en cuenta la posible influencia de viajeros conocedores de mares más allá del Mediterráneo, pero sobre todo cuenta la posibilidad de que esta concepción popular se originara más hacia el Este, en la culturas ribereñas de Egipto y Mesopotamia, que la transmitieron a los griegos mucho antes de la época de Hesíodo. En apoyo de esta idea contamos con la enorme semejanza entre algunos mitos griegos y otros babilonios o hititas (Kirk & Raven, pág. 28). Por otro lado, la idea del Océano también se relaciona con el proceso solar: Helios navega sobre un cuenco de oro en torno a la corriente de Océano (Kirk & Raven, págs. 29-31, frags. 7 y 8). Por lo demás, el Océano homérico es también el punto de origen de los dioses y el mundo material: el agua es necesaria para la vida, de modo que indirectamente es el origen de ésta (Kirk & Raven, frags. 9 y 10, así como Ilíada 14-15). La idea de que esta concepción homérica tienen sentido cosmológico proviene de Platón y Aristóteles; el primero lo sitúa como antecedente del flujo de Heráclito, y el segundo como una posible anticipación de Tales.

En cuanto a la Noche, para Aristóteles destaca la idea de que es el origen de los dioses, remitiéndose a poetas antiguos (Aristóteles, Met 1091b4 y 1071b27). En cosmografías post-hesiódicas, la Noche es elevada a una prioridad absoluta, bien ella sola o en unión con otros elementos, Aire o Tártaro. La diferenciación entre Noche y Día tiene relación con la temprana separación entre Cielo y Tierra. Y el papel cosmogónico de la Noche es el de distribuidora de las diferentes partes del cosmos entre los dioses.

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