EL MÉTODO SOCRÁTICO

GUÍA DE LECTURA DEL DIÁLOGO LAQUES, DE PLATÓN



El diálogo tiene el formato típico de la primera etapa de Platón, los llamados diálogos socráticos o mayéuticos (forma de diálogo orientado a que los interlocutores encuentren la luz por sí mismos, como hacia Sócrates, por lo que tenemos en él un ejemplo muy vivo del método socrático): extensión breve, estructura dramática sencilla, final aporético (el resultado de la discusión no es concluyente) y discusión sobre un tema ético, en este caso, el concepto de valor. Algunos estudiosos consideran que este diálogo es de los más antiguos de los escritos por Platón, aunque su temática está más próxima al Protágoras (repite la idea de que los hijos no aprenden nada de los padres), pero puede suponerse que es anterior a Eutifrón, Lisis y Cármides.
El diálogo se centra en la discusión sobre el valor, la virtud tradicional griega, la andreia, siguiendo el hilo de la discusión el tema de la educación de los hijos, cosa en la que se sienten desorientados (situación típica desde el momento que los sofistas ponen en circulación su función como maestros de la areté política, que no se aprende ni se posee por el mero hecho de pertenecer a la aristocracia), que no es poco, para acabar considerando la cuestión más general de qué es la virtud, para acabar en esa conclusión aporética: que no hay que admitir las opiniones sin un examen previo y que es muy difícil definir les ideas morales pero resulta una tarea necesaria, personal y racional.
El diálogo comienza en un gimnasio de Atenas, donde los interlocutores contemplan un simulacro de combate entre hoplitas (hoplomachia), acompañados por sus hijos, con la esperanza de que se interesen por estos asuntos y no permanezcan ociosos y se hagan débiles y cobardes. Se inicia con una apelación de Lisímaco (ateniense honorable preocupado por la educación de sus hijos, porque como padre no ha hecho nada digno de su honorable descendencia) a la sinceridad de los interlocutores, Laques (impetuoso general) y Nicias (también general, pero más moderado). Esta exigencia parece difícil de satisfacer en ese ambiente dominado por la sofística (Laques 178ab). En el Gorgias vuelve a aparecer, cuando interviene Calicles y Sócrates advierte que por fin va a hablar con alguien dispuesto de decir lo que piensa sin tapujos, como no habían hecho ni Gorgias ni Polo (Gorgias 482c, 483b y 486d ss).
Un breve estudio de los personajes nos ayudará a entender mejor algunos aspectos de este diálogo:
  • Lisímaco: hijo de Arístides el Justo, que fuera víctima del ostracismo y organizador de la Liga de Delos, en 476. Lisímaco recibió bienes y tierras por decreto de Alcibíades, en recompensa por los servicios prestados por su padre.
  • Melesias: hijo de Tucídides, el aristócrata historiador rival de Pericles.
  • Laques (aprox. 475-418): militar y supuestamente experto en el tema de que trata la discusión. Dirigió la primera expedición contra Sicilia, en 427. Murió en Mantinea en 418. Elogia al Sócrates de la batalla de Delion, en 424. Negoció junto con Nicias la paz con Esparta, en 421, conocida como Paz de Nicias. Postula que el valor es una virtud del temperamento, algo que ya se posee.
  • Nicias (470-413): aristócrata enriquecido por las minas de plata de Laurion. también militar y estratega de renombre, y supuestamente experto en la valentía. Bien posicionado en la política de Atenas tras la muerte de Pericles en 429, era bien considerado como ciudadano y militar, opuesto al oportunista Cleón y otros demagogos. Participó a desgana en la desastrosa expedición contra Sicilia. En este diálogo, Nicias aparece como un hombre de cultura, seguidor de Pródico y conocedor de las artimañas socráticas a la hora de conversar. En el diálogo sostiene que el valor es una virtud que se aprende, un conocimiento.

El interés de este diálogo radica en la posibilidad de apreciar en su desarrollo todo el despliegue de la metodología socrática, la mayéutica, del que haremos un repaso detallado (versión digital, en este otro enlace sobre el método socrático):
  1. Al ser interpelado, Sócrates deja que los demás expongan antes su opinión _sus definiciones_, que lo hagan antes que él, que se declara inexperto, ignorante (181d).
  2. Nicias define el valor como resultado del aprendizaje de  las artes militares (182bd); Laques define el valor como algo que no puede aprenderse, algo que ya se posee (184b).
  3. Ante estas dos opiniones contrapuestas, Sócrates es interpelado para que decida con su apoyo quién tiene razón, al sumar mayoría; cosa que Sócrates no está dispuesto a hacer: sólo puede decidirse uno a partir del conocimiento, no por una opinión mayoritaria (184d-185a). Este motivo es general en el método socrático: rechaza las opiniones admitidas sin previo análisis.
  4. Seguidamente, Sócrates inicia el proceso de análisis del concepto propuesto, el tema del valor. Se trata de desmenuzar las ideas que han propuesto los dos interlocutores.
    • Nicias protesta: “¿Es que no indagamos acerca del combatir con armas, si ha de ser aprendido por los jóvenes?”
    • Sócrates corrige: sí, pero para poder hacerlo es preciso estar seguros de que sabemos de qué hablamos y de su finalidad: “cuando uno examina una cosa en función de algo, la deliberación resulta ser sobre aquello que es el motivo final del examen, y no sobre lo que se investiga en función de otra cosa” (185d). Se trata, pues, de ir al fondo de la cuestión, su finalidad. Entonces se trata de saber (186ab):

QUÉ MAESTROS TUVIMOS, QUE NOS ENSEÑARON TAL CUALIDAD
SI NO TUVIMOS MAESTRO, QUÉ OBRAS HEMOS REALIZADO QUE MUESTREN QUE POSEEMOS TAL CUALIDAD
TESIS DEL APRENDIZAJE
EDUCACIÓN
TESIS DEL DESCUBRIMIENTO
CARÁCTER

  1. Después de clarificar las dos opciones en pugna, Sócrates vuelve a manifestar su ignorancia: ni es capaz de hallar en sí mismo una justificación de alguna de ellas, ni es capaz de haberla aprendido de otros, porque nunca pudo pagarse un sofista que le enseñara a ser mejor (186c; una más de las numerosas alusiones de Sócrates a su pobreza y de desdén hacia los sofistas). En este punto, Sócrates o puede decidir quién tiene razón, si Nicias o Laques, por lo que hay que seguir indagando (186d-187b).
  2. En esta situación, hay que ir al fondo de la cuestión, porque se trata de un asunto comprometido: no se puede emprender la tarea de educar a los jóvenes sin saber cómo hacerlo ni poner en riesgo el futuro de nuestros hijos. He aquí la finalidad de todo esto, necesitamos saber si las buenas artes para la vida se aprenden o se descubren dentro de uno (187bd).
  3. Nicias advierte que Sócrates acaba de llevar la discusión por el camino que le es propio, ya no van a hablar del tema inicialmente propuesto (si era bueno que los jóvenes asistiesen a simulaciones de combates para aprender a ser valerosos). Si Sócrates te atrapa en una discusión, sigue, no se despegará ni podrás despegarte tú, hasta que lo sopese bien y suficientemente todo (187e-188a). Es un elemento esencial del método socrático: se toma una definición y se convierte en problema filosófico, se contrasta con otras ideas y se delibera si responde a todas las posibilidades que se derivan de la definición aportada. Y señala que se siente a punto de sufrir la experiencia de haber de soportar que Sócrates le diga qué no hace bien.
  4. Prosigue el análisis: para definir el valor, y saber si se adquiere o se posee, que es una virtud, es necesario poder definir antes qué es la virtud (190b). La cuestión es si podemos efectivamente definir la virtud. Parece que Sócrates sólo ha dicho que se trata de una condición de posibilidad, para definir un concepto concreto necesitamos definir otro que lo abarca, más amplio. Puede tratarse también de un desafío para que los otros dos se lancen a definir qué es la virtud para ellos.
  5. El proceso sigue, pues, en torno al análisis o desmenuzamiento del concepto de virtud, también como un análisis, una operación de identificación de los elementos que componen el concepto, porque es más fácil indagar sobre las partes que encara el todo sin más (190cd). Eso permite retornar al tema del valor como un componente de lo que consideramos virtud, como un ejemplo de virtud (190e).
  6. Parece que a partir de aquí comienza la auténtica discusión socrática. Sócrates pide a Laques que defina el valor, a lo que Laques responde: “si uno está dispuesto a rechazar, firme en su formación, a los enemigos y a no huir, sabes bien que es tal es valiente” (190e). Ocurre que Laques ha respondido no con una definición sino con un ejemplo. Entones Sócrates procede a desacreditar el ejemplo, es decir, a encontrar otro ejemplo que pueda asociarse a la valentía pero desde un punto de vista contrario al primero: si el valiente resiste para combatir al enemigo, quizá podríamos hallar algún ejemplo de alguien que, huyendo, también haya combatido a los enemigos, dado que huir puede ser una estrategia (190e-191c; esto puede ser una referencia a la batalla de Delion, y antes en 181b, al menos a la parte versionada por Brecht, donde Sócrates aparece en una situación comprometida por el miedo, pero con un resultado que le convierte en héroe; comparar las referencias con Banquete 221a).
  7. Sócrates reformula la pregunta: quería saber del valor no sólo de los soldados de infantería, sino del valor de todo tipo de valientes, sean soldados o no, pues también lo son los marineros, o los que se enfrentan a una enfermedad o resisten un placer libidinoso, huyendo de él (191ce). Se tratará de ver “qué es lo idéntico en todos los casos”, para poder llegar a una definición general de un concepto (una definición universal), en este caso de valor o de rapidez (otro ejemplo que aporta Sócrates: “capacidad de realizar en poco tiempo muchas cosas”, que sirve para explicar todo tipo de situaciones que impliquen rapidez) (192ab). Se trata, pues, de buscar una definición general de un concepto, tan general que pueda aplicarse a todas las condiciones concretas posibles, y que pueda resistir todas las objeciones que se presentan, como había ocurrido antes, a propósito de los valientes que combatían al enemigo aparentemente huyendo.
  8. Nuevo intento de Laques: “me parece que es un cierto coraje del alma” (192b). Va mejorando, pero Sócrates encuentra una excepción: si aceptamos que el valor es algo bello, entonces podemos pensar que un coraje fruto de un desvarío no lo será, así que debemos reconsiderar esta definición en vistas a incorporar tal excepción: el coraje debería ser sensato para estar asociado al valor tan íntimamente (192de). Esta fase de revisión es muy importante en el método socrático.
  9. La revisión de los elementos incorporados a un concepto no es un proceso sencillo, pues compromete a todo el resultado final. Haber añadido la sensatez al coraje y a su vez éste al valor puede dar lugar a nuevas excepciones: si uno tiene el coraje de gastar su dinero sensatamente, ¿se le podría llamar valiente?, pregunta Sócrates a un Laques que no puede decir otra cosa que no (192e). Más aún: un soldado que actúa con un coraje sensato será en realidad menos valiente que quien se enfrenta al enemigo con total insensatez, decidido a resistir como sea (como antes había definido Laques el valor). En realidad, el valor está más ligado al coraje insensato que al sensato, y sin embargo, aun fruto de una cierta inconsciencia o desvarío, nos parece así más bello éste que aquel, ¿no? (193ae).
  10. El resultado parece contradictorio, al menos por este camino. Parece, reconoce Sócrates, que las palabras se burlen de los interlocutores. Pero hay que persistir con coraje, para que no se nos escapen las ideas por los recovecos del lenguaje, como le ocurre a Laques en este momento (194ab). Como dice Sócrates, “el buen cazador debe proseguir la persecución y no dejarla” (194b), usando la metáfora de filósofo como cazador de ideas en pos de la verdad (usada también en Lisis 218c y República IV 432b).
  11. Ante tal situación de callejón sin salida, Sócrates pide a Nicias que aporte su propia definición de valor (194c ss) (recordemos que estaba vinculada al aprendizaje): considera que el valiente es sabio, en tanto que es bueno (Nicias declara usar un argumento de Sócrates, relacionado con el intelectualismo moral; más información en este enlace: http://phylosophyforlife.blogspot.com.es/2015/04/intelectualismo-socratico.html). Para él, el valor es una especie de saber sobre las cosas que hay que temer o no, tanto en la guerra como en todo lo demás (195a).
  12. Laques protesta airadamente: la sabiduría es algo diferente de la valentía, son conceptos separados (195a). Esto apunta a una formulación del principio de individuación que podríamos encontrar en Descartes, por ejemplo (ver este enllace: http://phylosophyforlife.blogspot.com.es/2012/10/textos-descartes-y-el-problema-cuerpo.html), según la cual si puedo pensar dos elementos separadamente no debo suponer que deban estar juntos. Saber lo que ha de temerse o en que uno piede confiar no implica valentía, sólo es un conocimiento.
  13. Nicias responde: el valiente es un conocedor de lo que es temible, pero no en tanto que adivino (195d-196a), y no es valiente quien no siente temor por su ignorancia, eso es temeridad (197ab). La valentía no tiene nada que ver con la brutalidad, la audacia y a imprevisión. La valentía tiene que ver con el conocimiento y la sensatez.
  14. Sócrates, después de aprovechar toda esta marea semántica para críticar a Prodico (sofista que está detrás de Nicias), vuelve a interrogar a éste para resolver de una vez la situación. Nicias admite que el valor es el conocimiento de las cosas temibles, sean pasadas, presentes o futuras, como es el caso de la estrategia militar (198b-199a), así como de todas las cosas en que se puede confiar, sean pasadas, presentes o futuras (199ce). Es decir, que la valentía parece ser un conocimiento muy completo de lo que es bueno, de la virtud. Pero antes se había considerado que la valentía sólo era una de las cosas que componian la virtud, concluye Sócrates (199e). De nuevo llegamos a un resultado que no es concluyente.
  15. El diálogo acaba reconociendo Laques y Nicias que saben menos de lo que creían sobre el valor, y que Sócrates es el tipo adecuado para confiar la educación de los hijos (200d). Sócrates, a su vez, reconoce de nuevo su ignorancia, pues tampoco ha podido resolver la cuestión, por lo que él mismo va a necesitar un maestro (201ab). En realidad, la idea de fondo de todo este proceso es que ni la virtud ni el bien pueden definirse tan fácilmente ni, por descontado, enseñarse, sino que mediante el método será uno mismo quien descubrirá en sí mismo esa definición que hay en el horizonte.


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