LA VOLUNTAD PERDIDA (2003)

Reseña mía del libro de J. A. Marina El misterio de la voluntad perdida (Barcelona, Anagrama, 1997), publicada en Lateral, abril de 2003.



Dicen que los libros de no-ficción han ganado terreno
a los de ficción, al menos en número de ventas.
Parece ser que los viejos lectores de novelas se han
transformado poco a poco en lectores de crónicas,
ensayo, biografía, etc. Creemos que a este cambio ha
contribuido grandemente la obra de Marina, y de la
cual tomamos como modelo El misterio de la voluntad
perdida, uno de sus más logrados trabajos de
divulgación y precisamente en un terreno donde
Marina tiene mucho qué decir, la psicología.




Una de las categorías favoritas de la posmodernidad
es el sujeto débil. La decosntrucción de la cosa
pensante cartesiana, aquel ser capaz de por si sólo
fundamentar el conocimiento del mundo, ya no sirve
no ontológica ni epistemológicamente para nada,
porque ya desde Hume la razón y su voz, el sujeto
pensante, han sido sistemáticamente descuartizados
hasta no quedar nada aprovechable. Si a este
saludable ejercicio crítico añadimos lo que el
capitalismo tardío ha conseguido implantar (el
hedonismo en la vida social e individual), entonces se
explica la desaparición de la disciplinada voluntad del
hombre moderno.

Aquí comienza el análisis de Marina, pero en clave
psicológica más que epistemológica o metafísica,
aunque con fuertes vínculos con la ética y la política,
que son los ámbitos donde desemboca la acción
humana, perdida o no la voluntad. El mérito de este
libro consiste en abordar un tema central en la crisis
cultural y social que nos envuelve, desde una
perspectiva compleja y poco considerada, y con un
método que permite a la vez explicar con rigor y
generar interés en lectores que difícilmente se
acercaríana a un manual de psicología, aunque sí
quizás a un libro de autoayuda. Quizás Marina no esté
lejos de este estilo, debido a que describe los
problemas que trata en clave narrativa y para colmo
detectivesca, alrededor de unos personajes definidos
y conocidos para quienes siguen sus obras. Pero no,
en Marina no hay pretensiones chamanistas, ni
proclama el consabido "sálvese usted mismo". En
Marina hay rigor expositivo, hay definición en los
conceptos y contraposición de ideas, magistralmente
compaginadas con humos, intriga y hasta belleza.

La solución que aporta a los problemas de la voluntad
no es asequible; ni se ajusta a los cánones de la
autoayuda, ni se queda en los límites de la
posmodernidad. Hay que recuperar la voluntad, por
difícil que parezca, aunque sea para preservar una
libertad minimalista, una fuerza comparable al
connatus spinoziano, una resistencia a dejarse
absorber por el magma hedonista y nihilista que nos
envuelve.

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