DE VERSALLES A LAS TULLERÍAS: dos retratos de María Antonieta

Dos retratos de María Antonieta nos muestran el cambio ocurrido en su persona, desde la opulencia de Versailles, hasta octubre de 1789, a la toma de conciencia de su papel, tras la reclusión forzosa en las Tullerías, que terminó el 10 de agosto de 1792 con el asalto al palacio y la caída de la monarquía.

El primero de los retratos está firmado por Elisabeth Vigée-Lebrun, la genial pintora que realizó numerosos retratos de la reina.


1788



La marea revolucionaria dio lugar a las famosas jornadas del 5 y 6 de octubre de 1789, en que los reyes fueron obligados a abandonar Versailles y trasladarse a París, al antiguo palacio de las Tullerías. Era una manera de mostrar a los monarcas que su soberanía ya no era absoluto, estaban bajo el control del pueblo. Los monarcas interpretaron esta situación como un secuestro personal de su ilimitada libertad, y comenzaron una larga pugna por recuperarla, que fracasó la noche de Varennes, en junio de 1791, y culminó en la posterior aceptación de una Constitución que limitaba los poderes reales, en septiembre de ese mismo año.

Zeig, en el capítulo XXIV de su biografía de la María Antonieta, analiza con detalle los cambios operados en la reina durante ese tiempo de forzada reclusión. Es a partir del traslado forzoso a las Tullerías que la reina comienza un proceso de encierro en sí misma, de reflexión sobre su condición. No deja de ver a Fersen, pero se mantiene aislada del esto del mundo, incluso en la disposición de las habitaciones en sus Tullerías, que son independientes de las del rey y las zonas comunes a la familia y el servicio. Comienza entonces lo que Zweig considera su proceso de maduración como persona, demasiado tarde, sin embargo.
El sufrimiento hace surgir en María Antonieta algo que debía poseer pero que nunca había manifestado por falta de necesidad en aquella existencia cómoda y frívola en Versailles: inteligencia, energía y coraje. Zweig habla de una “completa transformación de su vida exterior e interior” en las Tullerías. María Antonieta transforma su cámara en una cancillería, negocia en lugar de su marido con ministros y embajadores, e inicia contactos con sus amigos en el extranjero, aprendiendo el arte de la correspondencia cifrada; y lo aprende sola, sin ayuda, sin secretarios.
Es a partir del encierro forzoso en las Tullerías que María Antonieta toma plena conciencia de su papel, y deja atrás las disputas palaciegas con otras damas de la corte para asumir de una vez sus deberes como reina e hija de una reina con un papel histórico que cumplir, quiera o no, puesto que es una Habsburgo. Sin embargo, se trata de una asunción un tanto aparente. En privado se resiente de una fortaleza que ha de ejercer en público, pero que no es enteramente suyo. Fersen, en sus frecuentes y secretas visitas a las Tullerías, casi siempre la encuentra llorando. 

De esta época hay un retrato realizado por Alexander Kucharski, un pintor polaco. Es un cuadro muy diferente de los realizados en Versailles por Vigée-Lebrun: vestimenta sencilla, sin plumajes ni diamantes, sin artificios ni opulencia. Es un signo de la transformación que la Revolución ha operado en la reina.

1791

 Bibliografía: Stefan Zweig, Marie-Antoinette. Paris, Grasset, 2010 (1932).


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