EFEMÉRIDES: a 30 años de "La era del vacío"



Gilles Lipovetsky
La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo  
1983
Barcelona, Anagrama, 1986.

 
Un comentario crítico,
por Josep Pradas

 
Para Lipovetsky, se está viviendo una segunda revolución individualista, una revolución que podría llamarse 'posmoderna' para diferenciarla de la primera, que fue cabalmente 'moderna'. Una revolución, la segunda, que se realiza al amparo de las nuevas condiciones socioeconómicas, el tardocapitalismo en la sociedad postindustrial y consumista. En este marco se han transformado las costumbres, los hábitos de consumo, los modelos de socialización y las formas de control social. Cambios que han de explicarse, ahora, bajo el esquema del nuevo individualismo. Este es el marco en el que se desarrollan los estudios de Lipovetsky.


Su concepción de la posmodernidad también entronca con la idea de  una evolución lineal, no rupturista, del individualismo. Es una noción poco clara que "remite a  niveles y esferas de análisis difíciles de hacer coincidir" (pág. 79), pero que remite a la modernidad, no rompe totalmente con ella. El autor admite que si se trata de un movimiento equiparable a la modernidad, no ha de ser de alcanza regional, sino aplicable a todo aquello que haya podido entenderse como moderno. En tal caso, Lipovetsky admite un concepto de posmodernidad con "rango de una hipótesis global que describe el paso lento y complejo a un nuevo tipo de sociedad, de cultura y de individuo que nace del propio seno y en la prolongación de la era moderna" (pág. 80).



Al hablar de una segunda revolución, Lipovetsky quiere señalar que el nuevo individualismo responde a una evolución del individualismo moderno, cuyo nacimiento puede señalarse en los inicios de la sociedad comercial europea, en el Renacimiento, con la exaltación del sujeto individual. Pero el nuevo individualismo, heredero del moderno, supone un cambio respecto de sus orígenes, al amparo de las transformaciones económicas de las sociedades postindustriales, sin las cuales, el individualismo moderno no habría podido dar el salto hacia el desarrollo total del mismo y su intromisión en espacios hasta entonces vedados: la vida privada, los hábitos, el mundo subjetivo, etc. Los derechos individuales son ahora deseos individuales.

El proceso de personalización actúa como desencadenante de toda una serie de procesos vinculados a su lógica, en pos de la liberación de las ataduras moderno-disciplinarias: en relación con el poder político, en relación con el entorno social (relaciones interpersonales, consumo, etc.) y hasta medio-ambiental (el ecologismo es una realización del individualismo), en relación con el sexo y con la liberación de la mujer (la pornografía y el feminismo también son realizaciones del individualismo), en relación con la crisis de las ideologías y la reforma de los partidos clásicos, sobre todo de la izquierda, y hasta en relación con el psicoanálisis, que ha debido cambiar su orientación en pos de resaltar al paciente y eliminar la autoridad
del analista.

Lo que introduce una diferencia en esta continuidad de la lógica individualista a través del paso de la modernidad-industrial a la posmodernidad-postindustrial es la relación del individualismo con las formas que adopta la producción capitalista a lo largo de su historia. El capitalismo industrial precisa una producción disciplinada y cada vez más homogénea, estandarizada. Y la sociedad moderna refleja ese espíritu en sus formas de control sobre las masas sociales implicadas en la producción, a la vez que desarrolla el individualismo desde la clase social que participa del poder (político, económico) y actúa como élite social (burguesía). El individualismo opera como ideología de un sistema político que es, a la vez, disciplinario.

 
El caso es que la ruptura con estos valores disciplinarios, producida a raíz de la transformación de las formas productivas (necesitadas de ampliar mercados, de desarrollar la cultura del consumo), responde claramente a las aspiraciones de la ideología individualista que la modernidad puso en marcha. Es el individualismo, llevado al extremo del proceso de personalización, el que ha roto la cadena de transmisión de la sociedad y la producción disciplinarias, el que ha convertido al sujeto en auténtico protagonista del lazo social.







Pero a pesar de la fuerza del individualismo, el lazo social no se ha resentido; se ha descompuesto el lazo social moderno, disciplinario, pero la posmodernidad, narcisista, ha dado una nueva forma de socialidad, basada según Lipovetsky en elaciones grupales más localizadas que respetan y están al servicio de las individualidades, a las que no anulan sino que sirven de realización personal, presente e inmediatamente (frente a la moderna 'disciplina de partido', que concibe la militancia como entrega del individuo al grupo para la realización histórica de la emancipación). En este sentido, Lipovetsky explica la continuidad del lazo social bajo parámetros individualistas, bajo el signo del narcisismo.



En este sentido se explican el optimismo y la confianza de Lipovetsky en la formación de relaciones sociales más flexibles y libres que las modernas, que estaban sometidas a una determinación central potente y capaz de anular las individualidades y las particularidades culturales bajo el peso de las grandes necesidades históricas y universales. Aquí se refleja el miedo posmoderno al totalitarismo como realización última de la racionalidad moderna, del que Lipovetsky se contagia. Y a su vez, se refleja la bienvenida a una cultura, la posmoderna, que disuelve el dominio de la centralidad y revaloriza lo local. Como ocurre con muchos optimistas posmodernos, la confianza en lo local, el optimismo por la revalorización-emancipación de lo individual en lo local, no deja paso a una visualización crítica de la socialidad posmoderna, es decir, la posibilidad de que las determinaciones locales desarrollen formas de micrototalitarismo capaces de disolver, también, al individuo en su seno.

El optimismo de Lipovetsky ante el lazo social narcisista, posmoderno, se justifica en su confianza en que el movimiento de personalización, individualista y potencialmente asocial, genera una igualación social flexible, un melting pot, que no equivale a uniformización, a homogeneización, sino a diversificación atomizada (determinaciones locales), que permite una cierta distensión de las grandes referencias sociales (clases, castas, Estado-nación, etc.), para dar salida a referencias individualizadas que hallan nexos de unión con elementos sociales a escala local. Lipovetsky reconoce que estas nuevas formas de socialidad contienen mecanismo de exclusión que no eran tan palpables en la socialidad moderna, basada en la igualación intensiva y en solidaridades de clase, si no más amplias, que desplazaban a las formas más miniaturizadas de exclusión. Pero cree que la parte interesante del fenómeno social posmoderno radica en su vertiente individualista y diferenciadora que, reprocha, es descuidada por los sociólogos, igual que descuida gravemente los riesgos que comportan las formaciones de microsocialidad, no sólo por su capacidad de exclusión, sino también por su potencial micrototalitarismo.

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COMPLEMENTOS
Quién es Lipovetsky, según la Wikipédia francesa.
Entrevista a Lipovetsky (2006), en francés, en este enlace.
Entrevista a Lipovetsky (2011), en castellano, en este enlace.
 
 

Comentarios

  1. Carai, dan ganas de leerlo. Muy interesante todo lo que dice este señor, y muy acorde con lo que está sucediendo ( y lo que aún ha de suceder), en fin...
    Me lo apunto como lectura de tren!!

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    1. Ei, te'l puc deixar qan vulguis, és molt interessant! Sembla mentida que estigui escrit fa 30 anys.

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