HEMEROTECA: Eco y el ornitorrinco (1999)


EL ENIGMA DEL ORNITORRINCO
Josep Pradas

La editorial Lumen, dentro de la colección Biblioteca Umberto Eco, ha publicado el último ensayo del autor piamontés, que salió al mercado italiano hace sólo dos años. La primera intención de Eco al escribir este libro era prolongar su ya clásico Tratado de Semiótica General (1975), escribir una segunda parte pero con un ánimo correctivo y menos sistemático. Tal y como explica, la situación actual de la Semiótica, como ocurre con el resto de las ciencias, sometidas a la expansiva interdisciplinariedad, no permite “proyectar Versailles”, sino como mucho “roturar algunos parterres enlazados apenas por sendas de tierra batida.” Si esta advertencia induce a pensar que el objetivo de este libro es limitado, la lectura de los sucesivos capítulos conduce a la impresión contraria: la misión de este libro consiste en explicar, o al menos intentarlo, cómo conocemos los objetos del mundo, sobre todo aquéllos que son nuevos en nuestros esquemas conceptuales.
Naturalmente, Eco enfoca la cuestión desde una perspectiva inicial, pero no exclusivamente, semiótica. Dedica un largo e interesante capítulo a defender una concepción del ser como algo que nos hace hablar y producir signos para referirnos a algo que se refiere a todo pero que no tiene significado alguno. En el análisis del verbo ser, Eco busca la relación pre-lingüística del hombre con las cosas. Ahora se acerca a la fenomenología, y se apoya sobre todo en Husserl y Heidegger.
Después de reconocer la deuda que este asunto tiene con Aristóteles, el primero en plantear el problema del ser en su raíz lingüística (ya que el ser se dice de muchas maneras, pero sobre todo se dice), Eco se inspira también en el análisis kantiano del acto perceptivo y del problema de cómo ponemos nombres a las cosas, aunque reconoce que ésta no era la principal preocupación de Kant, al menos hasta la Crítica del Juicio (1790). En este punto, es Peirce el que añade la tonalidad semiótica al ensayo de Eco. Peirce, kantiano, usa conceptos semióticos para explicar los procesos iniciales de la cognición: el paso desde la visión del objeto (algo previo a lo lingüístico) a la formación del concepto (algo plenamente lingüístico). La percepción, quiere concluir Eco, es semiosis.
Eco recoge la teoría de Peirce de que todo conocimiento nuevo parte de moldes ya conocidos. Dar nombres a las cosas, y definirlas, según género y atributos, es un acto de bricolaje, un ir pegando nociones previamente procesadas, hasta reconstruir un nuevo molde. La Psicología Cognitiva ha llegado a conclusiones parecidas, como son las teorías de Schank y Abelson sobre los scripts o “guiones”, desarrolladas en 1977. Y aquí aparecen los animales: Aristóteles tuvo serios problemas para definir al camello, porque no encajaba en los moldes o scripts preconcebidos; Marco Polo atribuyó los rinocerontes a la clase de los unicornios, precisamente porque encajaban en el molde unicornio; y el ornitorrinco tuvo en vilo durante décadas a todos los naturalistas europeos, que no sabían dónde clasificarlo en la taxonomía clásica, desarrollada gracias a Linneo.
Cuando en 1799 llegó a Europa un ejemplar disecado de ornitorrinco, el problema se planteaba con toda su crudeza, dadas las características físicas del animalillo: tiene rasgos de topo, pero pone huevos; tiene pico de pato, pero su cuerpo está cubierto de pelo; sus crías se amamantan, pero las hembras no tiene mamas ni pezones que, en ningún caso, las crías podrían chupar con su pico. El problema era más grave, según lo plantea Eco, teniendo en cuenta que el ornitorrinco estaba presente, era un ser existente, y en cambio no podía ser definido, categorizado en un tipo natural. Cómo nombrar _definir una supuesta esencia_ a partir de una cosa particular de la cual no se ha derivado aún un universal. Por esta razón, el ornitorrinco, que Kant no conoció, es el personaje principal de esta historia. La clave de lo que Eco quiere decir quizás se encuentre en esta sentencia: “el ornitorrinco es ovíparo, pero no es un ovíparo.”
Es posible que el lector no familiarizado con estos temas puede encontrar alguna dificultad ocasional para seguir los argumentos de Eco, pero estas dificultades quedarán compensadas por la maestría explicativa y el ingenio del autor, cuyo discurso arrastra página tras página. Eco es un gran narrador, como ha demostrado en sus novelas, y no se resiste a contar historias en este ensayo, con el acierto de que sirven para entender mejor su exposición. Esenciales son la historia del arcángel Gabriel y el relato del descubrimiento del ornitorrinco.
              KANT Y EL ORNITORRINCO
      Umberto Eco
Barcelona, Editorial Lumen, 1999
Traducción de Helena Lozano Miralles
488 págs., 3100 pts.



PUBLICADO EN LATERAL, Nº 55/56, JULIO-AGOSTO 1999

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