RESEÑA



Reseña mía del libro de J. A. Marina, Los sueños de la razón (Barcelona, Anagrama, 2003).

Iniciar la lectura de este libro de Marina supone un emotivo reencuentro con su universo narrativo, eso que constituye lo que él llama poética del conocimiento. Se trata éste de un ensayo sobre la experiencia política contrapuesta a lo que la razón señala como principios éticos y políticos a priori, es decir, con independencia de lo empírico. Es un tema muy apropiado para una época que ha puesto en crisis a la racionalidad y se ve obligada a buscar otras alternativas, aunque la idea de que el arte de la política es un tipo de conocimiento histórico y social no es ni mucho menos un invento de la posmodernidad.

El cauce narrativo por donde discurre el caudal de ideas de Marina es nada menos que la historia de la Revolución francesa contada por un joven colono cubano-español, ilustrado, simpatizante de los demócratas americanos recién independizados, y propietario de esclavos en su plantación de caña de azucar. La elección de este acontecimiento histórico es la más adecuada, porque va a poner en el escenario la pugna entre las dos opciones antes mencionadas: razón y experiencia. Los revolucionarios franceses quisieron prescindir de la experiencia histórica para crear un sistema político democrático basado en principios puramente racionales. A partir de aquí, Marina muestra que no es conveniente atenerse exclusivamente a uno de los dos principios: apoyarse en la abstracción puede desembocar en el Terror; servirse sólo de la historia puede dejar a la política huérfana de contenidos éticos. Marina propone una aplicación de la ética a la política basada en la experiencia, con el fin de relacionar la universalidad de los principios con la contingencia de la historia. Hay que buscar lo mejor dadas las circunstancias y acaso intentar cambiar la circunstancias con el fin de irse acercando paulatinamente a lo mejor posible. Sus ideas se mueven en un terreno intermedio entre Kant y Condorcet, donde Robespierre sería mal recibido.

Con todo, la lección más importante de este repaso novelístico a la Revolución francesa, una ficción bien trabada y excelentemente documentada, es que la democracia carece de fundamento filosófico, cultural o histórico; su único fundamento es la voluntad de los pueblos de querer darse una constitución política basada en la libertad y en la participación. Pero esa voluntad no puede ser la de unos pocos iluminados que se creen poseedores de la verdad racional; ese camino sólo lleva a la dominación, a la violencia y a una nueva dictadura. 


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